En un momento crucial de mi vida, mi terapeuta -y ahora también amiga- Susana me recomendó que participara de un grupo de desarrollo personal de mujeres. Me gustaba ese grupo,me sentía escuchada, reconocida, sostenida por otras mujeres. Ahora tengo 50 años y quiero reunir dos cosas que me apasionan: mi trabajo como terapeuta y los viajes. En mis años de experiencia como psicóloga vengo acompañando a muchas mujeres en su viaje interior:creo que llegó el momento de proponerles la aventura de encontrarse a sí mismas fuera del consultorio.

Desde que tengo memoria, las reuniones de mujeres son para mí una fuente de energía. Me acuerdo de las vacaciones de la niñez, en el campo, con mi abuela y tías abuelas, las reuniones en círculo de las tardes, tejido, charlas, mates… (Es acá a donde vuelvo con la mente cuando la cosa se pone difícil.) Las reuniones siguieron, y fueron tomando distintas formas: con mis amigas de la secundaria para hablar de amores, con el grupo de la facultad para robarle un rato al estudio, con las chicas del grupo de creatividad que me enseñaron a confiar en mí, y así hasta la co-coordinación de grupo de mujeres, donde me formé en la escucha sin juicio y la empatía. Este proyecto reúne lo que más me importa: viajar, trabajar con una amiga con quien hace más de quince años coordino grupos terapéuticos y acompañar a otras mujeres que, como yo, están buscando nuevas experiencias.